CUANDO EL ESTADO EJERCE UNA PRESIÓN DESMEDIDA SOBRE LOS CIUDADANOS

Es este momento histórico en que la Unión Europea parece haber llegado a su máxima expansión, no está de más trazar un paralelismo con los que fueron los motivos del declive del Imperio Romano de Occidente hasta su aniquilación y extrapolar la situación a España.

Tanto Constantino como Dioclesiano hicieron una reforma monetaria y financiera que incidió sobre las regalías monetarias, entendiendo por tales los derechos inherentes y exclusivos del poder del gobernante y a sus atribuciones políticas. Vendrían a ser los royalties que cobraba en el ejercicio de su cargo y cómo lo repartía. Cuando Constantino creó la moneda de oro o «solidus áureo» (de 4,5 gr. de oro), al mismo tiempo creó la de plata o «silicua», de manera que un solidus equivalía a 24 silicuas, lo que después en las monarquías medievales sirvió de medida al tributo del quinto real, que es el impuesto que cobraba la Monarquía para el mantenimiento de la administración y demás gastos. Luego se fijaron el precio de las mercancías y los salarios de los trabajadores, así el edicto de Dioclesiano del año 301.

La política fiscal de Estado en los siglos IV y V se caracteriza porque además de la «res privata» integrada por las tierras propiedad del titular del Imperio, que daban sus propios beneficios y regalías, se ingresaban impuestos ordinarios, que se fueron complementando con impuestos extraordinarios, que esencialmente estaban constituidos en especies para mantener la «annona» que alimentaba a los soldados del ejército y el mantenimiento y nuevas ejecuciones de obras públicas. Este capítulo lo regularizo Dioclesiano por medio de la «indicción» que calculaba anualmente las necesidades de alimentos y de materiales que tenía el Gobierno. Este monto presupuestario se repartía entre las tierras agrícolas de acuerdo con su producción, y hasta alcanzar el total del presupuesto estimado de gastos anuales. Ya Constantino había creado un censo de población agrícola o «capitatio».

Las reformas se completaron con medidas coactivas entre las que destaca la adscripción hereditaria al oficio. Así, a finales del siglo III, el emperador Aureliano, obligó a los artesanos a integrarse en corporaciones llamadas «collegia». Y para asegurar el abastecimiento y los servicios indispensables de soldados y funcionarios, el Estado organizó sus propias redes artesanales y mercantiles, interviniendo de esta forma en la libre competencia y en la iniciativa privada, y provocando la regresión de la economía.

En cuanto a las clases sociales, se encontraban en la cúspide de la pirámide de población los integrantes del orden senatorial, con unas rentas alrededor de los 7.038,40 EUR anuales actuales, a cuya categoría accedían los «honestiores» conformados por decuriones, militares, funcionarios y profesionales liberales. Por debajo estaban los comerciantes y artesanos. Pero a partir del siglo III el grupo de los poderosos se distanció cada vez más del resto de la población, constituida por los «humiliores», adscritos a un oficio y con un salario de una moneda de plata al día (1/24 de solidus).

Sucedió así porque en las crisis producidas por las guerras civiles que daban paso a un nuevo Emperador, como por las guerras defensivas, dada la enorme presión que los germanos y beréberes ejercían sobre las fronteras, dio lugar a que las medidas adoptadas en la política fiscal crecieran y aunque comprendían a todos los ciudadanos, sin embargo, no incidían con la misma intensidad en las distintas clases sociales, pues así como los grupos privilegiados lograron mantener su posición y estatus, como el círculo imperial y los gobernadores y senadores enriquecidos y que constituían una verdadera clase financiera, detentadores del poder y del dinero, las clases medias constituidas por pequeños propietarios y comerciantes, se vieron muy afectados de tal forma que fueron desapareciendo.

En el campo, el número de pequeños y medianos propietarios agrícolas fue progresivamente disminuyendo, debido además por las divisiones del fundo por las herencias y por la excesiva presión fiscal y el endeudamiento progresivo. Esto condujo a que buscasen protección en el «patronato», al encontrar la protección del latifundista más cercano, (como hoy en día determinadas cooperativas controladas por Cajas financieras), a quien cedían sus tierras o parte de ellas y conservando el usufructo, a cambio de la protección real frente al fisco (donde actuaban funcionarios depredadores) y también a la violencia existente. Esta situación empeoró al encontrarse los campesinos no propietarios y los arrendatarios y colonos adscritos personalmente a los propietarios de la tierra, quien podía perseguirles si huían, e incluso estaba autorizado a castigarlos físicamente. El colono pagaba sus impuestos a través del propietario y no podía litigar contra este en juicio, ni tampoco enajenar ningún tipo de bienes sin su consentimiento.

Así fue como el interés de una clase privilegiada rompió la estructura del Derecho Civil Romano, al modo como hoy en día el derecho fiscal tributario ha constituido un corpus jurídico propio y autosuficiente, escapando muchas veces al control jurisdiccional (por dictar ellos mismos resoluciones propias dado que la ley les permite una amplia discrecionalidad y sirviéndose incluso de las propias alegaciones de la parte en sus recursos para subsanar cuando se acude al Económico Administrativo).

Se redujo a la mínima expresión las libertades de los individuos, que como ciudadanos del Imperio Romano tenían derecho, llevándolo con ello a un estado de servidumbre.

El fin del Mundo Antiguo se explica y comprende por la obsesión del Estado por controlar la mano de obra que garantizara las coberturas indispensables de sus necesidades agrícolas y el cobro puntual de los impuestos, llegando a medidas confiscatorias y que condujo al movimiento «Bagauda» como señala a finales del siglo V Salviano de Marsella en su Gobernatione Dei*.

Todo ello se pudo evitar si el Estado no hubiera producido una presión desmedida sobre los ciudadanos dejando que recaudadores de impuestos y determinados funcionarios corruptos, al abusar sin pausa de los más humildes e indefensos, y dejando sin control a los más ricos, generó una oposición organizada que precipitó la desintegración del Imperio Romano.

Mausoleo de Agripa fin del Estado en el Imperio Romano

Mausoleo de Agripa.

*Sobre un trabajo de Ana Arranz Guzmán, desintegración del Imperio Romano. Historia Universal de la Edad Media.